Reseña concierto La Super «Talento mexicano»

Una noche “a la mexicana” fue la que se vivió el domingo 3 de marzo en el Auditorio San Pedro en el concierto de La Super, un concierto que inició 30 minutos tarde de lo que debió iniciar, tomándose muy en serio la cultura del mexicano de llegar tarde a los compromisos.

La burla

Alejandro Garza, la persona responsable por el audio y su “tecnología de vanguardia”. Se entiende lo que el director mencionó en una de sus múltiples innecesarias intervenciones entre obras, que hace falta una sala de conciertos en el estado; sin embargo, el microfonear a la orquesta y venderlo como “tecnología de vanguardia” y como algo único en Latinoamérica, es una burla a la gente que realmente conoce. El problema es realmente que la gente compra lo que los mentirosos de la Super Orquesta y del Patronato de la ESMDM les venden.

Microfonear orquestas es una práctica común no sólo en Monterrey, sino en todo México, uno puede ir a una misa de boda con seis elementos y en muchas ocasiones estos tienen amplificación para hacerlos sonar como si fueran 21 músicos. Pero ¿Y en orquestas? También, casi cualquier evento sinfónico que se presenta en la ciudad cuenta con amplificación, desde aquellos en la Arena Monterrey hasta en el Pabellón M, sea música de películas, la 9ª sinfonía de Beethoven, o un concierto sinfónico de música flamenca.

El concepto de proveer a la orquesta de una “concha acústica virtual” es bueno, dada la necesidad de que la orquesta proyecte en el Auditorio San Pedro; sin embargo, el concierto “Talento mexicano” cruzó ya una línea en la que dejó de ser una experiencia acústica y fue más como ir a escuchar una pésima grabación de las obras presentadas.

El problema queda en que, debido a los avances tecnológicos en audio, la Super orquesta ya no sonó a los instrumentos que tocaban, Garza optó por meter efectos digitales para hacer que la orquesta sonara llena, que sonara a una orquesta que no era la que se veía. No sólo metieron efectos para esconder las carencias de los integrantes de la orquesta, carencias tanto de número de elementos que la orquesta necesita, como carencias técnicas de sus propios integrantes. Sonidos pequeños, sin proyección, sin una unión ni sentido de ensamble, todo esto buscaron esconder con la amplificación. Es cierto que en momentos la orquesta estuvo mejor balanceada que en semanas anteriores, pero los desbalances se vieron presentes durante todo el concierto, en donde se le dio preferencia a la cuerda sobre los alientos, quitándole la intensidad y misterio de los metales, así como los pasajes ligeros y llenos de gracia de las maderas.

¿Por qué en lugar de contratar a una persona que claramente no sabe cómo debe sonar una orquesta, no utilizan esos recursos para contratar más músicos, mejor pagados para que la calidad musical pueda por fin llegar a la Super? Para escuchar sonidos digitales, mejor se queda uno en casa escuchando la orquesta y director de su preferencia en cualquier plataforma de audio, hasta sonará con mejor calidad. O, ¿Será acaso que la gente asiste a estos eventos para publicarlo en redes sociales y decir “Tarde de orquesta con la Super”?

Desafortunado.

El técnico

El rol del técnico se lo lleva el solista David Rivera, quien a pesar de su “buena” técnica, pasó musicalmente desapercibido. Rivera mostró un sonido demasiado chico, a pesar de buscar ocultarlo con la amplificación, muy inmaduro y con mucha falta de idea musical. El concierto de Tchaikovsky es de los conciertos de violín más reconocidos a nivel mundial, ya que es de esos conciertos muy técnicos pero que no deben sonar que lo es, por el contrario, este debería sonar de lo más fácil y romántico posible.

Rivera se notó más cómodo tocando la cadenza en el primer movimiento del Concierto en Re mayor de Tchaikovsky, que tocando junto con la orquesta. Si bien en esta ocasión no se le puede culpar al 100% al director, a pesar de no haber estudiado la obra con el solista, Rivera mostró una interpretación como de cualquier examen de 3er año de la licenciatura en música. Los pasajes técnicos del concierto sonaron sucios, el solista bajó los tempos en estas secciones, como cualquier principiante cuando se encuentra algo difícil, a lo mejor le hubiera beneficiado poner esas secciones en paréntesis y no tocarlas.

El director, por más que quiso aparentar seguirlo, no tuvo la más mínima idea de cómo debía sonar este concierto, a pesar de tener su tecnología de vanguardia frente a él en su atril. Quedó en evidencia la falta de estudio de ambos “músicos”, porque la música en ningún momento se escuchó en las casi tres horas que duró el evento, al no juntarse a ponerse de acuerdo en los tempos que iban a tocar; por el contrario, se escuchó una lucha de egos para ver quién iba a imponer el tempo del concierto. ¿Resultado? Ninguno de los dos ganó, al contrario, fue la música quien perdió. Hubo incluso momentos del concierto en el que Rivera tuvo que voltear a tocarle al director, sacrificando su propia interpretación en el audio de los micrófonos ambientales, para que el papalotero lo siguiera y escuchara el tempo del solista.

Uno se pone a pensar en cómo se decidió quién tocaría de solista. ¿Escogieron a aquel individuo con mas ‘likes’ en redes sociales? Porque de que hay calidad de músicos en la ciudad, incluso dentro de la comunidad de la Superior de Música, los hay, entonces ¿Cuál fue el criterio? ¿Quedar bien con el padre del solista? ¿Fue acaso un movimiento político de parte del Patronato de la ESMDM y su “protégé”?

Rivera tocó como encore una variación de las Variaciones sobre Nel cor piú non mi sento de Paganini, en el cual se notó más cómodo al poder elegir sus propios tempos y no tener que estar luchando contra el inmenso ego soberbio de Abdiel Vázquez. En este encore, el solista demostró la técnica que este tiene al utilizar su instrumento, sin embargo igualmente se mostró sin idea musical, sin frase, en pocas palabras… aburrido.

El soberbio

El soberbio, que no debería llegar como sorpresa, es el papalotero Abdiel Vázquez cuya batuta se ha visto cada vez peor en esta temporada. En esta ocasión quiso mostrarse de una manera más mesurada en sus gestos, pero se fue casi al otro extremo dirigiendo de una manera robótica e insensible, considerando el repertorio que eligió, el cual demandaba una interpretación romántica, llena de intensidad, emoción, sorpresa, conflicto, y hasta de duelo.

Es evidente que Vázquez está siendo un estorbo para la orquesta, y para cada uno de los solistas que ha decidido traer. Si los conciertos no han terminado en caos, ha sido por el colmillo de los músicos de la Super, y no por su director quien desconoce la música, quien es un director “para las fotos”, y no ha demostrado ser un verdadero músico.

El papalotero se perdió tanto en el Concierto como en la Sinfonía No. 5, no fue capaz de mantener el pulso en la orquesta. En el Concierto para violín, el director no supo seguir al solista, y en la Sinfonía no supo ser un líder musical para darle la seguridad a la orquesta de donde estaba el tempo en la música, a lo cual la orquesta decidió tener un pulso en cada una de las secciones de la orquesta. Esto provocó entradas disparejas, melodías en diferentes tempos, discrepancias en los acompañamientos, y simplemente falta de estilo.

Nuevamente, a pesar de los “esfuerzos” de balancear su tecnología de vanguardia, se notaron problemas de balance en la orquesta. En esta ocasión el balance cambió dependiendo de la obra, ya que en el Concierto para violín pasaron casi desapercibidos los alientos, particularmente las maderas quienes tenían intervenciones interesantes contestándoles tanto a la cuerda como al solista y no se supo lograr esos efectos en la música.

La Sinfonía No. 5 se vio manchada por el uso excesivo de efectos en el audio “vanguardista”, al sonar la orquesta digitalizada casi en la totalidad de la sinfonía, quitándole ya esa riqueza de las frecuencias acústicas de cada uno de los instrumentos que participaron. Desde el inicio en el soli de los clarinetes, hasta el solo del corno en el segundo movimiento, hizo falta esa intensidad de la parte acústica de los instrumentos, o en su defecto el saber cómo ecualizar una orquesta. El tercer movimiento de la Sinfonía, el Waltz, fue el waltz más militar que se ha escuchado, con una batuta innecesariamente rígida y robotizada del autonombrado director de La Super Orquesta.

Lamentable la falta de música en obras tan exquisitas como las de Tchaikovsky, obras en donde el mismo compositor dejó su vida, mostrando su lucha y experiencias que este tuvo en la misma. Desde los rechazos a sus conciertos, particularmente el de violín, así como el drama en su sinfonía, historias que no pudieron escucharse en el auditorio.

Lo meh

La comisión que hizo Abdiel Vázquez al compositor Horacio Fernández fue lo más irrelevante del concierto. Es bueno que se comisione música, y se apoye al talento mexicano, pero de eso a crear una obra “rebajada” para el público de la ciudad raya en la burla. ¿Acaso el público de la ciudad no es digno de una Fuga sin rebaje? ¿Era realmente necesario hacer uso de lo “guapachoso” de la cultura regional para buscar conectar con el público?

En la parte interpretativa, lo ofrecido por Vázquez fue desafortunado, tal vez tantos años viviendo en Nueva York le han hecho perder la conexión que alguna vez pudo haber tenido con la cultura local, al mostrar una cumbia apagada, sin barrio, y sin el jícamo propio del género. ¿Por qué no mejor contrataron a los “reyes de la cumbia” para interpretar y traer el bailongo al Auditorio San Pedro? Probablemente lo más “entretenido” de la obra fue la mezcla de colores e imágenes que se mostraron en el proyector, lo cual se vio más como un intento desesperado por entretener a la gente debido a la falta de música, a la pobre interpretación, o a la mala composición.

El comentario

Desafortunada la parte política que es la música en esta ciudad. Teniendo el recurso para hacer cosas de excelente calidad, teniendo las oportunidades para presentar un buen concierto, el poder proveer a los estudiantes de la ESMDM de una oportunidad de compartir el escenario con músicos ya egresados y en teoría “profesionales”, se decide por jugar el juego político de quedar bien con cierta gente, decidiendo vender los conciertos como “de talla internacional” con solistas “consagrados”, cuando los conciertos presentados no son más que eventos para el olvido.

Si se decide que el concierto es a las 6PM, ¿Por qué iniciar 30 minutos después? Mejor deberían de publicar el concierto “hasta que la doña se digne a llegar al auditorio” así ya sabemos que habrá que esperar a que termine la novela de moda para que inicie el concierto y no desperdiciar el tiempo de los asistentes que acuden a tiempo a los conciertos. ¿Cómo se espera mejorar culturalmente cuando se sigue fomentando el llegar una hora tarde al concierto? Igualmente, hace falta una conciencia de parte de los organizadores, del mismísimo Vázquez, y de los políticos a cargo, de si ya van 30 minutos de retraso, el dejar sus discursos políticos, las introducciones de las figuras de “renombre” que no sirven para nada, al final del concierto, en lugar de estar interrumpiendo las obras en cada oportunidad que se tenga para seguir vendiendo el mugrero que presenta el Patronato de la ESMDM.

En México se dice “la tercera es la vencida”, pues en esta ocasión la cultura mexicana nos falló porque después de tres intentos para poder presentar un concierto de una orquesta sinfónica de calidad, se optó por darle prioridad al juego político, a los “favores” de la doña con su protégé, y al abuso de las redes sociales para vender mentiras. El público de la ciudad se quedó esperando a la Super Orquesta, que en esta temporada no dejó ver lo “super”, sino una versión rebajada de ella.