Una fiesta al más puro estilo español fue la que se vivió anoche en el Auditorio del Pabellón M, a cargo del Ballet Nacional de España. Bajo la dirección de Rubén Olmo, la compañía presentó el programa Invocación, en el que se consiguió invocar los diferentes estilos de danza española, desde la escuela bolera hasta el flamenco moderno.
El programa constó de cuatro secciones, cada una representando a un estilo de danza española diferente. La primera sección fue la Invocación Bolera, escuela que se consolidase en el siglo XXVIII y surgiera de la combinación de bailes andaluces y danzas académicas; en esta primera sección se caracterizó el uso de castañuelas, una practica tradicional para este tipo de baile. La segunda sección, la Jauleña, fue interpretada por el bailarín, y asistente de dirección, Miguel Ángel Corbacho con coreografía del director Rubén Olmo. La Jauleña nace de una inspiración del Olmo en Granada, lugar donde se reunían las culturas cristianas, judía, y árabe en el mismo lugar; de esta idea crea una obra para bailarín solista bailando una granaína, palo flamenco de estilo malagueño, acompañado por orquesta. Estas dos primeras secciones fueron acompañadas musicalmente por composiciones del compositor, y director de orquesta, español Manuel Busto. La tercera sección, y con lo que cerró la primera mitad del evento, fue la Eterna Iberia que se caracterizó por el uso de castañuelas, capa española, y sombrero cordobés. Para esta parte resaltaron los colores mar, oliva, y vino en los vestuarios, representando la riqueza de la región. La música de esta sección fue creada por el compositor, y director de orquesta, español Manuel Moreno-Buendía.
En la segunda mitad del evento se presentó De lo flamenco, que fue un homenaje al bailarín y coreógrafo español Mario Maya. Maya fue una de las figuras más importantes de la danza española a nivel mundial, ya que modernizó las coreografías iniciando uno de los movimientos fusión en la danza española. Esta segunda mitad fue novedad la adición de músicos en escena, habiendo 5 cantaores, 3 guitarristas, y un percusionista en el cajón flamenco. El primer número de la segunda mitad resaltó por la utilización de batas de cola, que es el característico vestido que se arrastra y es tradicional de la indumentaria flamenca. Para uno de los números de la segunda mitad, se utilizó una escenografía que hacía alegoría a una taberna española, que a su vez sería usada para acompañar rítmicamente a las bailaoras. Para estar presentación acompañó al Ballet, como artista invitada, la bailaora flamenca Patricia Guerrero, quien bailó una Seguirilla en esta segunda mitad. El evento concluyó con un encore en el que Rubén Olmo y Patricia Guerrero bailaron una Bulería, acompañados de la compañía quien marcaba el compás, y los músicos.
Lo presenciado anoche en el centro de Monterrey, fue una demostración artística en su máxima expresión del flamenco contemporáneo. El flamenco contemporáneo ha buscado modernizar la tradición de la cultura flamenca, haciendo una fusión con elementos de ballet y de danza contemporánea, esto para darle más fluidez visual a los movimientos y a las transiciones en las coreografías; en esto destacaron las participaciones solistas de Miguel Ángel Corbacho, Albert Hernández, José Manuel Benítez, y de Patricia Guerrero en sus respectivas intervenciones. El nivel técnico e interpretativo de la compañía durante la velada, regaló a los presentes una rareza en la ciudad, la oportunidad de disfrutar de una expresión artística que se veía como un juego más que como algo técnico o trabajado, que fue igualmente evidente que así lo fue. A pesar de haber sido una muestra de flamenco contemporáneo, la compañía terminó la velada bailando una Bulería como encore, una práctica tradicional de los tablaos flamencos donde se mostró que a pesar de haber presentado prácticas modernas en el flamenco tradicional aún mantienen esa esencia del tablao flamenco y sus costumbres.
En la parte musical, en la primera parte se escucharon las composiciones de Manuel Busto; en ellas se pudo escuchar las influencias que compositores como Silvestre Revueltas e Igor Stravinsky tuvieron para su composición, así como los aires españoles que no podían hacer falta. En la tercera parte se pudo escuchar la música de Manuel Moreno-Buendía, en la que se pudieron apreciar tonos alusivos a Leonard Bernstein y John Williams, teniendo esa intensidad Hollywoodense a la que el público está acostumbrado gracias al cine. Es una lástima que el evento no contara con orquesta en vivo, ya sea la Orquesta de la Comunidad de Madrid quienes fueron los encargados de realizar las grabaciones con las que viaja el Ballet Nacional de España, o que la producción hubiera contratado una orquesta local; a pesar de las diferencias dancísticas entre la primera y la segunda mitad, se pudo notar una diferencia en el ambiente e intensidad mostrado en la segunda mitad que si contó con música en vivo, a la primera mitad donde los bailarines seguían una grabación. No confundir esto último con fallas técnicas por parte del elenco, sino el factor “en vivo” juega un papel importante en la recepción de la experiencia del evento.
Lo vivido anoche fue una representación colaborativa de diferentes áreas artísticas trabajando como un solo organismo para brindar a los presentes una velada que dejará una marca en quienes asistieron. La ciudad está en una necesidad casi desesperada de eventos con la calidad que mostró el Ballet Nacional de España; una calidad en donde exista una entrega total de parte de los artistas, donde los participantes dejen a un lado todo para regalar al público una experiencia que trascienda los sentidos y haga estremecer al cuerpo con semejante muestra de arte.