LA LEYENDA
Cuando los españoles comenzaron la tarea de evangelizar al norte del país, el capitán y cronista Alonso de León, hizo expediciones de suma importancia para el descubrimiento y para la población del noreste. En 1643, realizó una de estas jornadas, partiendo de la Villa de Cerralvo a las Salinas de San Lorenzo.
Entre la gente que lo acompañaba, que era demasiada entre los militares y de servicio, iba en calidad de intérprete el indio Martinillo, indio cataara. Gustaba el cronista de conversar con los indios, a fin de informarse de sus costumbres. Conocedor de la región, Martinillo le sugirió que el regreso de la jornada se hiciese “por aquellos bosques que acullá aparecen”, y señaló hacia más allá del río de San Juan.
Relató que había allí un ojo de agua que “no corre, ni crece, ni mengua ni se le halla fondo”, y que en su bordo crecía “una macolla de trigo que espiga y grana”, la que volvía a salir, aunque los indios la cortaban, y jamás faltaba. Además, Martinillo contó cómo oía decir a los indios ancianos, que sus mayores les decían que a ese lugar “venía algunas veces un hombre de buen rostro y mozo y les decía muchas cosas buenas”, pero que cuando se alejaba, “venía otro hombre muy feo, pintado como ellos y les decía que no le creyesen, que era un embustero”.
Nuevamente volvía el hombre bueno, pero al hablarles, se le veía triste y “se iba con poco fruto”, hasta que convencido que no le querían seguir, se alejó para siempre, dejando “la estampa de los dos pies en la piedra donde se paraba y que hasta ahora estaba así.” En el viaje de regreso, la expedición tomó por un rumbo muy alejado. Ya en Monterrey, el gobernador don Martín de Zavala, ordenó hacer una jornada al sitio aledaño, pero se frustró la salida porque Martinillo enfermó y murió.
¿Fue aquello por la presencia por estas tierras norteñas del legendario Quetzalcoátl y su enemigo Tezcatlipoca? ¿Fue acaso un apóstol cristiano olvidado por la historia? Los conquistadores pensaron que habría sido la presencia del español perdido, Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Pero por la memoria y referencias de los ancianos, aquellas presencias del bien y del mal, se ubicaban hasta más atrás del año de 1400.
¿Existirá todavía aquel lago de las maravillas que permanece aun perdido para los hombres de nuestro tiempo? Esta vieja leyenda aún perdura y su misterio sólo se abrió para conocimiento de los indios, los verdaderos dueños, antiguos amos y señores de estas tierras.
EL COMENTARIO
Se sabe que en las regiones del norte del paíz hubo menos mestizaje y que muchas de las tribus indígenas de la región eran sumamente fuertes y de gran agresividad. Esto causó muchos problemas a los colonizadores españoles, quienes en gran parte tenían que pelear y de cierta forma, exterminar a éstas tribus que se oponían a la invasión de sus tierras.
Al hablar de un lago maravilloso perdido, cuyo conocimiento era exclusivo de los indígenas, podemos pensar un poco en el pensamiento místico previo a la invasión española. Con las supuestas evangelizacioness combinadas con la destrucción de las culturas indígenas y sus cosmologías, sí, se adopta el idioma y la religión española, con sus reglas, costumbres y noción de civilización, pero también perdemos conocimientos e ideas que, como concluye la leyenda, sólo eran conocidos por los verdaderos dueños de estas tierras.