Introducción
En 1888 Nietzsche escribió: “lo que relato es la historia de los próximos dos siglos. Describo lo que viene, y que no puede llegar de forma distinta; la llegada del nihilismo.”
A grandes rasgos, el nihilismo se considera una corriente filosófica basada en la negación de toda creencia o principio moral, donde la vida no tiene un sentido intrínseco y es indistinta a nuestros principios, creencias, ética y formas de moralidad. Es un sistema de pensamiento en el que no hay dioses ni propósitos elevados que justifiquen tanto sufrimiento a nuestro alrededor.
Una profecía cumplida
La profecía de Nietzsche parece haberse vuelto real. Vivimos en un mundo donde cada vez más personas cuestionan el sentido de su existencia, el valor de las tradiciones de su sociedad, la normativa que rige sus vidas. Estamos sumidos en una época donde muchos pierden/abandonan su fé o creencia y pierden todo sentido de experiencia mística. La noción idílica de que “la vida tiene sentido” se desvanece para llegar a la aceptación de que no hay significado ulterior, que nuestra existencia es algo sin valor para el universo y no hay nada que amortigue o justifique nuestro sufrimiento.
En su libro “Los arquetipos y el inconsciente colectivo” CG Jung describe una crisis existencial global derivada de sociedades que experimentan “pobreza de símbolos”, refiriéndose a una carencia de creencias místicas, religiosas, o incluso filosóficas, donde ese vacío de creencia se reemplaza en esencia con consumo y deseos materiales, al punto que hoy incluso existe un concepto llamado “identidad de consumidor”. Así mismo, Viktor Frankl explica que el hombre es un animal que necesita percibir sentido (de ahí su famoso libro “El hombre en busca de sentido”), sin este, su vida puede caer en una zona peligrosa de depresión, indiferencia, y una gran vulnerabilidad a los -ismos extremistas; cocowash político, racismo, movimientos de extrema derecha o izquierda, violencia, desprecio hacia las mujeres o hacia la sociedad en general, etc.
El nihilismo como inercia cultural
El nihilismo se describe como una filosofía. Cuando una persona, a partir de la reflexión e introspección, voluntariamente elige no creer y abandonar los principios éticos y morales que se le impusieron desde la infancia, puede decir que hay un acto filosófico detrás de su creencia, o falta de creencia. Este puede ser un nihilista filosófico o académico. Pero, ¿qué pasa con aquellos que son nihilistas sin saberlo?
Hagámos el ejercicio; preguntémosle a un joven carente de oportunidades, de educación, de apoyo, que sabe que será sujeto a décadas de explotación laboral que no garantizan en absoluto una jubilación o una vida satisfactoria en lo material, donde no hay certidumbre y mucho menos en lo espiritual, si cree en algo.
La mayoría de la gente dice haber nacido en tal o cual religión pero al preguntarle sobre sus creencias obtenemos respuestas vagas. Casi nadie va a misa o el equivalente de su creencia respectiva. Casi nadie tiene una filosofía más allá de “trabajar y echarle ganas.” La oferta social para llenar ese vacío existencial no es atractiva; jornadas interminables de trabajo, ocasionalmente días de descanso, y una cultura dedicada a consumir entretenimiento y percibir el éxito económico como el mayor logro que una persona puede tener.
¿Qué pasa cuando ese joven nihilista no es un caso único, sino un grupo importante de personas? Aquí nos acercamos a un problema social de gran magnitud, a un silencioso “cáncer social” que llevará a muchas personas a episodios de depresión y aumentará nuestras tasas de suicidio.Los famosos millenials y zoomers saben que no hay una vida de posesiones en su futuro, saben que no hay una jubilación ni una empresa que los cuide, saben que no hay descanso, que su vida vale exactamente lo que pueden producir y en el momento que no produzcan dejan de ser útiles. Llegamos al nihilismo por inercia: el no creer en nada, no como una decisión reflexiva voluntaria, sino como una fuerza que llega a nuestras vidas sin que tengamos margen de maniobra.
Para salir del nihilismo; encontrar sentido y significado
El mismo Nietzsche, así como psiquiatras como Jung, Frankl, o en tiempos recientes Jordan Peterson, describen al nihilismo como una situación delicada de la que todos podemos caer presa, y a la que hay que encontrar un remedio; un problema para resolver.
No tiene nada de malo ni es vergonzoso caer en un lapso nihilista. En pensar en el suicidio o que la vida no vale nada ni tiene sentido. Esa caída y ese “tocar fondo” nos muestra lo más oscuro de nuestra mente, pero nos prepara para ver también una grieta al final de la cueva. Camus decía en “El mito de Sísifo” que la única pregunta que vale la pena es la de suicidarse o no. La vida por sí misma no tiene significado, pero tampoco tiene sentido dejarse morir y caer presa de la inercia; lo único que podemos hacer es asignar nuestro propio sentido.
Y aquí nos hacemos la pregunta más personal de todas: ¿Qué le da sentido a mi vida? ¿Qué me hace sentir que mi existencia tiene un significado? Exista o no un dios o dioses, exista o no un paraíso o una vida después de la muerte, ¿qué puedo hacer yo en esta vida para salir adelante, disfrutarla y sentir que tiene significado, que vale algo?
Nietzsche propone crear una moral individual, pero eso es un asunto intelectualmente e incluso socialmente imposible; ser el Zaratustra iluminado no parece una opción factible. Nos acercamos entonces a Jung, Frankl y Peterson; encontrar sentido en lo que ya todos los hombres de la antigüedad lo han encontrado; en terminar una jornada de trabajo, disfrutar una buena comida por más sencilla que sea, disfrutar la presencia de nuestros seres cercanos y dar nuestro amor por ellos; encontrar actividades que nos hagan sentir bien, encontrar quizá una filosofía, una creencia, o algo que nos motive a despertar por las mañanas.
Para algunos son los hijos, ayudar a otros, crear arte y expresiones personales, conversar en la tarde con un amigo; no hay reglas para lo que le da sentido y significado a nuestra vida. Lo único que debemos considerar importante es que cuando caigamos en ese estado de sentir que la vida no vale nada y no tiene sentido, depende de nosotros mismos asignarlo, no esperemos que alguien más lo haga por nosotros.