Nuevo León fue en los primeros siglos, deespués de la Conquista, tierra de frontera, a nadie le quedaba la menor duda, porque aunque existía un gobernaor en aquel tiempo, Luis de Carvajal imperaba en esta región la “Ley del más fuerte”.
En su crónica, Alonso de León cuenta que un indio tuvo un enfrentamiento con el capitán Lucas de Linares, quien salió victorioso y como escarmiento para el oriundo, no sólo lo mató, sino que ordenó que lo enterraran en el corral de las yeguas.
Pero su orden fue muy mal cumplida, que el cadáver quedó con un pie insepulto. Los demás indios lo descubrieron y de inmediato convocaron a un alzamiento para vengarse, y acabar con los españoles.
Éstos no se hubieran dado cuenta, si no fuera porque un indio leal dio aviso a Martín de Solís, quien descansaba tranquilamente. Tal y como el natural se lo había dicho, a mediodía los indios atacaron dando alaridos y lanzando flechas a diestra y siniestra.
Los españoles tomaron sus espadas, adargas y alcabuces, protegieron sus cuerpos con sus cotas de malla, y, con las mujeres y los niños, se situaron en el torreón iniciando la defensa.
Al ver que los indios se llevaron del corral unas cabras, el capitan Linares salió imprudentemente “con su chimal y su espada en mano”, intentando rescatarlas. Como Linares era el objeto principal de la venganza, los indios le capturaron, le cortaron la lengua y lo mataron. Además, le quitaron la espada y poniéndole un lienzo en la punta, la esgrimieron victoriosos como bandera
Los españoles no disponían de caballos, ya que éstos se habían quedado lejos. Sólo estaba el de Hernando de Arias, quie con grna habilidad saltó sobre él e hizo bellezas. Se enfrentó solo a los indios, logrando matar al que empuñaba la espada, así como a cuantos pudo tener a su alcance, haciéndolos huir hacia el monte.
Al relatar esta hazaña, el cronista recuerda que “era de tantas fuerzas este hombre, que se echaba al hombro un caballo como quie carga un cabrito”, porque así se lo contaron los antiguos pobladores que lo conocieron. Le dijeron, además, que “en otra ocasión, viniendo de la provincia de Coahuila a Saltillo, se le cansó el caballo y él se lo echó al hombro con todo lo que llevaba y anduvo tres leguas con él y lo puso a salvo.”
Antonio de León, como muchos otros historiadores, vio en el español Hernando Arias, a un Sansón ibérico, que si bien no había librado, como el legendario héroe de la biblia, a su pueblo matando a mi filisteos y cargando después las puertas de la ciudad de Gaza, al menos sí tenía la fuerza y la destreza que se requerían para salir casi siempre ileso de los fieros ataques indios.