Intro
En nuestra sección de ocio estamos en proceso de cubrir algunos de los mitos y leyendas más difundidos de nuestra región. Si bien tienen un grado de interés por el mero hecho de ser relatos que oscilan entre cuentos fantásticos y la mitificación de hechos reales, su valor cultural va más allá de lo anecdótico.
La relevancia de los mitos y leyendas
Entre los pocos mitos y leyendas norestenses que hemos cubierto – y entre los que seguiremos compartiendo – observamos patrones y figuras que se conectan con nuestra cultura actual.
Los arquetipos, una de las mayores contribuciones de CG Jung, provienen en gran parte de la observación de mitos y leyendas de todo el mundo. Al descubrir una gran cantidad de éstos, comienzan a surgir patrones; tipos de relatos, tipos de lugares, tipos de personajes y formas de ética y moralidad que se pasan de lugar a lugar, de generación en generación.
Más allá del valor histórico – que precisamente, al tratarse de relatos míticos o leyendas, es poco fiable – el valor de estas historias es cultural; nos habla de los lugares, de la gente, de lo que conocen como correcto e incorrecto, de sus temores, precauciones y aspiraciones existenciales.
Cuando leemos sobre los mitos y leyendas de cualquier civilización, nos acercamos a la mente colectiva de sus habitantes, y muchas veces encontramos rasgos similares con nuestra propia civilización.
Algunos personajes y lugares
Desde Gilgamesh hasta Hércules o Benito Juárez, los cuentos, mitos y leyendas que giran en torno a algún personaje histórico tienden a exaltar sus virtudes y a considerar sus defectos, o más bien, la forma en que el personaje supera sus defectos o las adversidades que surgen por causa de su personalidad. Podemos entender a estos personajes, no como individuos, sino como representaciones de algo ideal, digno de compartir para que otros aprendan.
En Agapito Treviño encontramos la figura invertida del ladrón bondadoso y cómico, que al final paga por sus crímenes y es a la vez recordado por la historia, en la Casa de Aramberri o Los Niños del Topo Chico observamos lugares arquetípicos donde ocurrieron hechos funestos, y que al pasar los años aún cargan con la marca y el estigma de la malevolencia y el sufrimiento, que siempre se relacionan relacionan a su vez con figuras como fantasmas y energías negativas.
El Jínete Sacrílego y El Niño Diablo son historias clásicas de aquellos que se atreven a provocar la ira del mismo dios y el costo que esto les implica. Y aún quedan muchos personajes y lugares por descubrir.
¿Se conecta la mitología norestense con nuestra cultura actual?
Es fácil pensar que los cuentos no tienen nada que ver con el mundo moderno, que La Casa de Aramberri es simplemente un puesto de hamburguesas y que Agapito Treviño es una película de Pedro Infante. Los mitos y leyendas de la región son valiosos cuando nos detenemos a relacionarlos con nuestros propios tiempos.
Los mitos siempre reflejan a las culturas que los producen. En este caso, la mitología norestense está llena de rasgos que corresponden a la fundación cultural de nuestra región. ¿Cuáles rasgos son éstos?
Religión, moralidad, ética y valores: Una región colonizada y fundada como ciudad en tiempos de la inquisición, inevitablemente produce una moralidad asociada con el temor al castigo divino, con la inexorabilidad del destino, y con nociones como “dios castiga a los malos, premia a los buenos, y hay que tenerle miedo.”
En la parte ética, desde nuestros fundadores, ser trabajador no era un valor sino una cuestión de vida o muerte, si no trabajas, no sobrevives. El famoso “hay que apechugar” ya era la norma en un noreste lleno de amenazas en su clima, su terreno, y los propios habitantes que circundaban la zona; vaqueros y bandidos texanos, y tribus indígenas que defendían sus territorios.
La religión es un elemento interesante. Si bien cada vez menos personas son practicantes, nuestra moralidad está totalmente basada en los valores tradicionales del cristianismo, y nuestros ritos modernos siguen sin sacudirse nuestros orígenes católicos.
Aún las parejas jóvenes buscan se casan en la iglesia. No en pos de la aprobación divina, sino social. Aún se espera que los matrimonios se perpetuen en iglesias, sin importar si la pareja profesa o no dicha religión. Al menos de forma inconsciente, nuestra sociedad demanda la “aprobación divina” sobre nuestros ritos modernos. Gente que no practica su religión sigue llevando a sus bebés a bautizar y a sus hijos a hacer primeras comuniones. ¿Es porque somos una sociedad altamente religiosa? No, pero sí somos una sociedad casada con la preocupación por las percepciones sociales, y la religión existe no por su componente místico sino por su valor de protocolo social impuesto desde hace cientos de años.
En la cuestión territorial y del ecosistema semiárido en el que vivimos, con sequías y temperaturas extremas, la cosa no ha cambiado. En pleno 2023 el noreste sigue siendo una región desagradable en términos del clima y los elementos amenazantes como sequías o fríos desérticos son los mismos con los que luchaban nuestros antecesores en sus cuentos y leyendas. Los primeros pobladores distribuían su tiempo peleando con tribus indígenas que estaban aquí antes que ellos, pero también peleando con los elementos; la agricultura era tortuosa y muchos para sobrevivir aún tenían que recurrir al pastoreo y la recolección, y los peligros e incertidumbre que estos generaban.
Ante las condiciones de incertidumbre y las dificultades del clima y el territorio, a la gente no le quedaba otra que apegarse fuertemente a sus valores, creencias y a la noción de que de alguna forma todo esto tenía sentido dentro de algún plan divino.
Finalmente aunque no es lo último que se puede observar, nuestra cultura gastronómica sigue siendo más o menos idéntica a la de nuestros ancestros. Un montón de platillos donde destacan elementos provenientes del pastoreo, recolección y ganadería; el asado de puerco, el cortadillo, comer carne, el hecho de que incluso casi todos los postres o dulces regionales como las glorias o las hojarascas vienen de leche y grasa animal es algo que no ha cambiado en cientos de años. La carne asada no es una tradición norestense sino un elemento impuesto por la falta de tradiciones gastronómicas, pero prevalece la noción de comer mucha carne y muy pocas frutas y verduras.
Conclusiones
Aún faltan muchas leyendas por descubrir así como muchos personajes y lugares. Lo que tenemos claro, hasta este punto, es que en la mitología norestense de hace cientos de años a la modernidad, se pueden observar rasgos culturales que aún prevalecen en nuestra sociedad contemporánea.