¿Habría que imaginar a Sísifo feliz?

INTRODUCCIÓN

Sísifo fue condenado por los dioses a empujar una roca por una colina durante toda la eternidad, al acercarse a la cima, la roca rodaría hacia abajo y Sísifo tendría que reiniciar su rutina.

La visión griega de uno de los peores castigos, nos indica que uno de los mayores sufrimientos que se puede experimentar es el estar sujeto a una vida donde llevaremos a cabo una tarea sin significado, repetitiva, desgastante física y mentalmente. Camus parte de este mito para presentar su «filosofía del absurdo» o absurdismo, y nos da una de las visiones más optimistas que podemos encontrar en la filosofía del siglo XX.

CONTEXTO

Camus es uno de los filósofos más influyentes de la era moderna, y su vida era un ejemplo perfecto de la filosofía que predicaba. Un tipo inteligente, culto como pocos, no era el intelectual reclusivo que se había visto entre sus contemporáneos y antecesores. Gustaba de jugar fútbol, fumar cigarrillos (a pesar de su tuberculosis), conocer mujeres, salir a la playa, y los placeres básicos de la vida. Hijo de una madre muda y de un padre ausente, era de esperarse que su filosofía fuera aterrizada y pragmática. Por su contexto histórico, era inevitable que una de sus mayores influencias filosóficas fuera Nietzsche, pero a diferencia de éste, Camus nunca planteó la idea de un «ubermensch» y su rebeldía filosófica difícilmente se puede considerar violenta.

Desde la revolución industrial y durante la 1era y 2da guerra mundial, el «Dios está muerto, nosotros lo hemos matado» – que habla de la muerte de la espiritualidad y misticismo aún dentro de las religiones – se volvió una realidad para la población Europea. La revolución industrial creó miles de trabajos insignificantes, repetitivos y desgastantes que se llevaron entre los pies miles de vidas de trabajadores de todas las edades, incluídos niños, y cambiaron el sentido de la vida para la mayoría de la poblción.

Las dos guerras mundiales dejaron un saldo de millones de muertos que jamás se había visto en la humanidad, batallas que duraban años y que por unos cuantos metros de territorio destruían vidas y familias completas. En estos años, mucha gente abandonó sus creencias religiosas porque les era imposible conciliar la idea de un dios benévolo y misericordioso que permitiera tanta muerte y sufrimiento.

EL MITO DE SÍSIFO

Durante la 2da Guerra Mundial Camus trabajó como periodista en un diario «underground» y conocía de primera mano los efectos de las guerras, pero también de la nueva forma de vida establecida a partir de la revolución industrial. En 1942, publica casi simultáneamente los dos libros que pueden considerarse «seminales» para entender la «filosofía del absurdo»: El Mito de Sísifo, una compilación de pequeños ensayos filosóficos sobre «el absurdo», y El Extranjero una pequeña novela cuyo personaje principal es en esencia, el portavoz de la filosofía presentada en El Mito.

Camus decía que cualquier hombre, en cualquier esquina, podía encontrar el absurdo, porque el mundo era absurdo. Se refería a nacer, tener un trabajo repetitivo e intrascendente, pero también a la propia insignificancia del ser humano ante un universo «indiferente».

Aunque estos postulados son duros y muchos los podrían considerar como «pesimistas», ese absurdo existencial que plantea Camus no despoja al ser humano de su capacidad natural para disfrutar los placeres que aporta la vida. Aún en las circunstancias más duras, disfrutar de una conversación con un amigo, de un cigarrillo, una taza de café, una caminata, un beso, un libro, una noche fresca, son parte esencial de la vida humana. A pesar de todo, se puede ser feliz.

Sísifo, en su castigo eterno, aún podía disfrutar la bajada de la colina, el sudor en su frente, el sol de la mañana, saber que había hecho de las suyas y por eso lo habían castigado los dioses. Aún en ese castigo absurdo, Sísifo podía disfrutar los placeres inmediatos que vienen de estar vivo, de existir. Ese es «el héroe absurdo.»

Así como Sísifo, las personas podemos elegir lamentar el absurdo, o aceptarlo, acogerlo, y disfrutar la vida aún si nos parece en lo ulterior intrascendente e insignificante, y por eso, habría que imaginar a Sísifo feliz.